Especialidad
Tratamiento para las enfermedades Hepáticas en CDMX, México Col del Valle
Doctor:
Octavio Rojas Díaz
Especialidad
Gastrocirujano / Enfermedades Hepáticas
Dirección
Av. Coyoacán 715
Cp 03100 Col Del Valle CDMX
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Enfermedades Hepáticas
Hepatitis Viral
Las hepatitis virales son enfermedades contagiosas causadas por virus que afectan específicamente el hígado y alteran su funcionamiento. Hay cinco tipos de hepatitis viral conocidos: A, B, C, D y E.
A pesar de los esfuerzos en prevención y vacunación, las hepatitis virales siguen siendo una causa frecuente de consulta médica. El diagnóstico se basa en la historia clínica y el examen físico, junto con la interpretación de los niveles elevados de pigmentos y enzimas hepáticas.
El diagnóstico definitivo se confirma mediante la detección de marcadores específicos de estos virus en la sangre de los pacientes, ya sea antígenos o su genoma, así como los anticuerpos producidos contra ellos.
La interpretación de los resultados de las pruebas serológicas se facilita al correlacionarlos con los síntomas clínicos, conocer las vías de transmisión de la infección, la evolución natural de la enfermedad y el proceso de replicación viral.
Hepatitis A
La hepatitis A es una enfermedad altamente contagiosa que afecta el hígado y es la forma más común de hepatitis en México. Cualquier persona, sin importar la edad o el sexo, puede contraerla. Por lo general, se transmite de persona a persona a través de la vía fecal-oral, al poner en la boca objetos contaminados con las heces de una persona infectada con el virus. La falta de condiciones sanitarias adecuadas y la higiene personal inadecuada aumentan el riesgo de transmisión.
La mayoría de los casos de infección se deben al contacto con un compañero de casa o sexual infectado. El virus también puede transmitirse a través de alimentos o bebidas manipulados por una persona infectada. Aunque los brotes de la enfermedad propagada por el agua son poco frecuentes, pueden ocurrir si el agua está contaminada con aguas servidas o no está tratada adecuadamente. El virus no se transmite por contacto casual en el trabajo, la fábrica o la escuela.
Los síntomas de la enfermedad pueden incluir fiebre, malestar general, fatiga, pérdida del apetito, náuseas, dolor abdominal, orina oscura e ictericia (coloración amarilla de la piel y los ojos). La mayoría de las personas se recuperan sin complicaciones dentro de unas pocas semanas, y los síntomas son más comunes en adultos que en niños. El período de contagio comienza alrededor de una semana o dos antes de la aparición de los síntomas y es mínimo durante la semana siguiente al comienzo de la ictericia. Una vez recuperados, las personas quedan inmunizadas de por vida y ya no son portadoras del virus.
No hay un tratamiento específico para la hepatitis A, y generalmente se recomienda descansar en cama. La mejor protección a largo plazo es la vacuna contra la hepatitis A. Para prevenir la transmisión de persona a persona, es fundamental lavarse bien las manos después de ir al baño y cambiar pañales, y antes de preparar o consumir alimentos. En caso de contacto cercano con una persona infectada, se recomienda la aplicación de vacunas de inmunoglobulina para reducir al mínimo el riesgo de contraer la enfermedad.
Virus de la hepatitis A (VHA):
El virus de la Hepatitis A (VHA) pertenece a la familia Picornaviridae y puede encontrarse en sangre y heces durante la fase de incubación y el inicio de la enfermedad, lo que hace difícil su detección una vez que se presentan los síntomas.
En esta fase, la presencia del virus en sangre coincide con la excreción del mismo por materia fecal.
Para diagnosticar la Hepatitis A, se realiza una prueba para detectar la presencia de anticuerpos IgM, los cuales aumentan rápidamente al comienzo de los síntomas y alcanzan su valor máximo poco después. Este es el método más fiable para el diagnóstico temprano de la enfermedad.
Con el tiempo, los niveles de IgM disminuyen hasta hacerse casi indetectables. Por otro lado, los anticuerpos IgG también aumentan durante la fase aguda y disminuyen lentamente durante la convalecencia, pero se mantienen en el suero por décadas y solo se vuelven negativos en edades muy avanzadas.
Los anticuerpos anti-VHA totales hacen referencia al conjunto de IgA, IgG e IgM en el suero contra el VHA. Estos niveles indican si ha habido o continúa habiendo una infección por el VHA y la resistencia a una infección posterior por el virus. Si un individuo tiene anti-VHA total positivo, es inmune, mientras que aquellos con anti-VHA total negativo son susceptibles a la infección.
Durante una hepatitis aguda, un resultado negativo para anti-VHA total excluye al VHA como agente etiológico. En una hepatitis aguda por VHA, se obtiene un resultado positivo en la mayoría de los casos, pero esto no es suficiente para el diagnóstico etiológico. En zonas endémicas, donde la mayoría de la población tiene títulos positivos, es necesario determinar la IgM anti-VHA para confirmar que se trata de una hepatitis aguda por VHA y no de otro tipo de hepatitis viral en un sujeto inmune frente al VHA.
Por otro lado, en zonas de baja prevalencia, también se hace necesario determinar la IgM anti-VHA para confirmar la etiología de la infección. En caso de obtener un resultado positivo para IgM anti-VHA, se debería confirmar detectando los anti-VHA totales.
IgM anti-VHA:
Su semivida es de cinco días y se detecta en suero al final del periodo de incubación, persistiendo durante la enfermedad y las primeras semanas de convalecencia. La presencia de IgM indica una infección actual o reciente por el virus, convirtiéndolo en el marcador preferido para diagnosticar una hepatitis aguda A. Ante un resultado negativo en una hepatitis aguda, puede recomendarse una segunda determinación al cabo de unos días. Normalmente aparece al mismo tiempo que los síntomas clínicos de la hepatitis
A aguda y desaparece en un plazo que varía entre seis semanas y seis meses. La reacción de los individuos inmunodeprimidos es desconocida.
IgG anti-VHA:
Aparece antes de los primeros síntomas y persiste indefinidamente. En ausencia de IgM, indica una infección previa e inmunidad.
Detección del VHA:
Tiene poca utilidad en la práctica clínica y se emplea en estudios epidemiológicos y en brotes epidémicos para detectar el virus en mariscos u otros materiales que puedan estar contaminados. Se puede determinar el antígeno y/o el RNA del VHA.
En resumen, la hepatitis A es una enfermedad infecciosa muy común causada por un enterovirus de la familia Picornaviridae, conocido como virus de la hepatitis A (VHA), que provoca una inflamación aguda del hígado en la mayoría de los casos. Se transmite por la ruta oro-fecal, como por ejemplo, por alimentos contaminados. Causa una forma aguda de hepatitis (inflamación del hígado) y no tiene una fase crónica.
El sistema inmunológico del paciente crea anticuerpos contra la hepatitis A, que otorgan inmunidad contra la infección futura. Existe una vacuna disponible que previene la infección por hepatitis A de por vida.
Características de la hepatitis A
El Virus de la hepatitis A (VHA) es un virus hepatotropo que puede causar síntomas leves o graves, incluyendo ictericia (pigmentación amarilla de la piel u ojos).
Aunque rara vez produce una hepatitis fulminante, la mayoría de las personas se recuperan completamente. A diferencia de la hepatitis B o C, la hepatitis A no se vuelve crónica ni provoca un estado de portador.
La transmisión se produce principalmente a través de alimentos contaminados con saliva o heces. Los niños y adolescentes en países en desarrollo son más propensos a contraer el VHA, pero en los países desarrollados también puede afectar a los adultos y causar complicaciones graves.
Afortunadamente, existe una vacuna eficaz contra la hepatitis A que se administra en el calendario de vacunación en México.
Síntomas comunes de la hepatitis A incluyen cansancio, náuseas, fiebre, pérdida de apetito, dolor abdominal y diarrea. Algunas personas también pueden experimentar oscurecimiento de la orina, heces de color claro o ictericia.
Aunque algunas personas pueden no tener síntomas, es importante acudir al médico si se cree que se puede tener hepatitis A. El diagnóstico se realiza mediante pruebas de sangre y el tratamiento se enfoca en aliviar los síntomas y permitir que el cuerpo se recupere.
Tratamiento de la Hepatitis A
l tratamiento de la hepatitis B varía según la gravedad de la enfermedad y la etapa en que se encuentre. En algunos casos, no se necesita tratamiento, pero en otros, se pueden recetar medicamentos antivirales o inmunomoduladores para controlar el virus y reducir el daño hepático.
Es importante que las personas diagnosticadas con hepatitis B eviten consumir alcohol y drogas, y que sigan una dieta saludable y equilibrada. El reposo en cama también puede ser necesario en casos graves.
Síntomas
La hepatitis B puede presentarse con síntomas similares a los de la gripe, aunque algunas personas pueden no experimentar ningún síntoma.
Entre los posibles síntomas se encuentran:
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Fatiga y dolores musculares
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Náuseas y pérdida del apetito
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Fiebre
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Malestar general
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Dolor abdominal
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Diarrea
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Oscurecimiento de la orina (coluria)
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Excremento de color claro (acolia)
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Color amarillento de los ojos y la piel (ictericia)
Es importante acudir a un médico si se experimentan estos síntomas o si se cree que se ha estado expuesto al virus de la hepatitis B.
Diagnóstico de la Hepatitis B
La detección de la Hepatitis B se realiza a través de una prueba de sangre en el laboratorio para determinar la serología. Sin embargo, el sistema antigénico del Virus Hepatitis B es más complejo que el de otros virus causantes de Hepatitis.Los siguientes son los aspectos serológicos más destacados de la Hepatitis B:
HBsAg
El Antígeno de Superficie del Virus Hepatitis B (HBsAg) indica una infección actual. Su presencia no es suficiente para determinar si el VHB es el causante de la Hepatitis Aguda, y su ausencia tampoco excluye su responsabilidad en la enfermedad.
Las razones para una prueba negativa pueden ser una muestra de sangre extraída semanas después del inicio de la Hepatitis, una antigenemia muy baja, o una hepatitis fulminante.
La Hepatitis B Crónica se sospecha cuando el HBsAg persiste seis meses después del inicio de la enfermedad. En los pacientes con Hepatitis B Crónica, el HBsAg persiste aunque se haya normalizado la replicación viral y las transaminasas.
Anti-HBs
Los anticuerpos Anti-HBs se detectan en sangre unas semanas después de la desaparición del HBsAg. Indican inmunidad contra el VHB, que puede ser secundaria a una Hepatitis previa o una vacunación contra la enfermedad.
En algunas situaciones, la detección de Anti-HBs puede ser transitoria, como en los neonatos de madres con HBsAg positivo o en pacientes que han recibido gammaglobulina específica contra el VHB.
Anti-HBc IgM
Si este anticuerpo está presente, indica que la infección es actual o reciente. Es positivo antes de que aparezcan los primeros síntomas y se encuentra en todos los casos de infección aguda, incluso si no hay presencia de HBsAg (durante el período ventana y la hepatitis fulminante). Por lo tanto, es el marcador preferido para identificar una infección aguda por el virus de la hepatitis B.
Anti-HBc IgG
Aparece simultáneamente con IgM, pero se mantiene en el cuerpo de por vida. Indica inmunidad natural al virus cuando se asocia con el anticuerpo anti-HBs. Sin embargo, el último anticuerpo puede no ser detectable si los niveles son bajos años después de una hepatitis aguda. En el caso de hepatitis crónica, este anticuerpo se detecta junto con HBsAg.
HBeAg
Si este antígeno está presente, indica que hay una replicación viral activa, lo que significa que la infección es aguda o crónica. En el caso de hepatitis aguda, se puede detectar desde el final del período de incubación hasta dos meses después de iniciada la fase aguda. Si la enfermedad se convierte en una hepatitis crónica, este antígeno persiste detectable.
Su negativización en una hepatitis crónica (seroconversión a anti-HBe), ya sea de forma espontánea o tras el tratamiento, indica una disminución importante de la replicación viral que precede a la inactivación de la enfermedad. Se codifica en la región Pre-Core del genoma del VHB, por lo que una mutación en esta región del genoma impide la secreción de antígeno al exterior del hepatocito. Esta variante genómica representa en nuestro medio hasta el 50% de las hepatitis crónicas B, se denomina mutante precore o "e menos" y se caracteriza por presentar replicación viral (DNA+) con HBeAg negativo.
Anti-HBe
En el caso de hepatitis aguda, este anticuerpo aparece tempranamente, antes de la negativización de HBsAg, lo que indica un buen pronóstico. En el caso de hepatitis crónica, su aparición (seroconversión) implica una disminución de la replicación y una menor infectividad.
DNA-VHB
Este marcador es el más fiable para detectar la replicación viral. Es muy útil para detectar la mutante "e menos".
ContagioLa hepatitis B se contagia por contacto con la sangre, semen u otros líquidos corporales de una persona infectada. El contagio puede ocurrir por:
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Tener relaciones sexuales con una persona infectada sin usar preservativo.
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Compartir agujas para inyectarse drogas.
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Hacerse un tatuaje o una perforación en alguna parte del cuerpo con instrumentos sucios que se usaron con otras personas.
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Pincharse con una aguja contaminada con sangre infectada (el personal sanitario puede contraer la hepatitis B de esta forma).
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Vivir con alguien que tiene la hepatitis B.
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Compartir el cepillo de dientes o la máquina de afeitar con una persona infectada.
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Viajar a países donde la hepatitis B es común.
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Transmisión de madre a feto.
Prevención y tratamiento
La vacunación es la mejor forma de prevenir la hepatitis B, y actualmente se encuentra incluida en el calendario de vacunación infantil.
En cuanto al tratamiento, existen diversas opciones que pueden ser recomendadas por un médico especialista según la gravedad y evolución de la enfermedad. Algunas de ellas son:
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Interferón: es administrado por inyección y el tratamiento suele durar unos cuatro meses.
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Lamivudina: se toma en forma de pastilla una vez al día, y generalmente se recomienda un tratamiento de un año.
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Adefovir dipivoxil: también se toma en forma de pastilla una vez al día, y el tratamiento puede durar un año.
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En algunos casos, la hepatitis B puede derivar en una cirrosis hepática, por lo que puede ser necesario realizar un trasplante de hígado. Este procedimiento consiste en retirar el hígado dañado y reemplazarlo por uno sano proveniente de un donante.
Es importante recordar que siempre se debe consultar con un médico ante cualquier sospecha de infección por hepatitis B, y seguir todas las recomendaciones y tratamientos prescritos por un especialista en la materia.
Hepatitis C
La hepatitis C es una inflamación del hígado causada por la infección con el virus de la hepatitis C.
Síntomas
En la mayoría de los casos, las personas infectadas con el virus de la hepatitis C no presentan síntomas. A menudo, la infección se detecta mediante exámenes médicos de rutina o procedimientos médicos, en los que se realizan pruebas de laboratorio para evaluar la función hepática.
Si la infección ha estado presente durante muchos años, el hígado puede presentar cicatrices permanentes, una afección conocida como cirrosis. En muchos casos, puede que no haya síntomas de la enfermedad hasta que se haya desarrollado la cirrosis.
Los siguientes síntomas pueden aparecer en caso de infección por hepatitis C:
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Ictericia (coloración amarilla)
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Dolor abdominal (en la parte superior derecha del abdomen)
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Fatiga y dolores musculares
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Náuseas y pérdida del apetito
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Vómitos
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Fiebre baja
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Heces de color pálido (acolia)
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Orina oscura (coluria)
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Prurito generalizado
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Ascitis (líquido en la cavidad abdominal)
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Várices sangrantes (venas dilatadas en el esófago)
El VHC es un virus de la familia Flaviviridae. Su estructura es en gran parte desconocida debido a la falta de sistemas in vitro o modelos animales adecuados. Se caracteriza por una alta tasa de mutación debido a que la ARN polimerasa dependiente del virus no posee capacidad exonucleasa 3´-5´ correctora de errores, lo que se traduce en un incremento de la heterogenicidad del virus en cada ciclo de replicación.
La heterogenicidad es manifiesta a dos niveles: 1) genotipos o variantes entre distintos individuos, y 2) existencia de cuasiespecies en un mismo individuo. La prevalencia global de la infección (anti-VHC +) es de aproximadamente el 3%, variando de un 0.4% a un 1.1% en Europa Occidental y EE. UU., a un 9.6% a un 28% en el Norte de África.
Su incidencia ha disminuido debido a la disminución de la transmisión por hemoderivados y la aplicación de precauciones universales en las actuaciones médicas. El VHC es el responsable del 20% de los casos de hepatitis aguda, pero debido a su forma silente de presentación, rara vez se diagnostica. Solo el 25% de los casos desarrollan ictericia.
Existe un período ventana de 4-8 semanas en el cual no hay un aumento de las transaminasas ni seroconversión anti-VHC, pero la viremia es positiva.
En el diagnóstico de la hepatitis C, utilizamos tanto pruebas inmunológicas como virológicas.
En el caso de las pruebas serológicas, existen tres generaciones diferentes. Las de primera línea, como el ELISA, y las complementarias, como el RIBA, buscan detectar anticuerpos contra el VHC.
Con las últimas pruebas de primera línea, el tiempo ventana de seronegatividad ha disminuido, aumentando su sensibilidad casi al 100%. Sin embargo, las pruebas complementarias tienen una mayor especificidad aunque menor sensibilidad.
Es importante tener en cuenta que la sensibilidad y especificidad de estas pruebas dependen de la prevalencia de la infección en la población estudiada. Por ejemplo, los pacientes con ELISA positivo pero RIBA negativo y de bajo riesgo no suelen ser virémicos y, por lo tanto, no presentan infección por el VHC. En algunos casos, la ausencia de viremia en pacientes con ELISA y RIBA positivos puede deberse a un falso negativo del test ARN-VHC, viremia intermitentemente negativa o falso positivo del resultado serológico.
Por otro lado, las pruebas virológicas son útiles para la detección de la infección activa y contagiosidad. La detección cualitativa del RNA-VHC mediante PCR proporciona evidencias de infección aguda y se utiliza para verificar el diagnóstico de infección vertical, confirmar una hepatitis crónica C y monitorizar la respuesta al tratamiento.
La cuantificación de la viremia también es útil para la monitorización de la respuesta al tratamiento. Además, la determinación del genotipo ayuda en la evaluación del paciente, el pronóstico y la planificación del tratamiento.
La hepatitis C se puede contagiar por diversas vías, como por ejemplo, a través de una transfusión de sangre antes de julio de 1992, por el contacto con sangre en el trabajo, por compartir agujas al inyectarse drogas, por tener múltiples parejas sexuales, entre otras.
Actualmente, no existe cura para la hepatitis C, pero algunos pacientes pueden beneficiarse de un tratamiento con interferón alfa o una combinación de interferón alfa y ribavirina.
Hepatitis por consumo de alcohol
La hepatitis por consumo de alcohol se diagnostica por criterios clínicos y de laboratorio en pacientes con un alto consumo de alcohol y síntomas clínicos y de laboratorio característicos. Los signos y síntomas incluyen fiebre, anorexia, ictericia y hepatomegalia, siendo la inflamación hepática causada por daño a las células del hígado inducido por el consumo de alcohol.
Esta forma de hepatitis es un problema complejo que puede conducir a enfermedades hepáticas crónicas y cirrosis. Sin embargo, si el paciente deja de beber, la inflamación puede ser reversible, pero si la cirrosis ya está presente, la enfermedad puede progresar rápidamente a insuficiencia hepática.
Los síntomas más comunes de la hepatitis por consumo de alcohol incluyen:
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Sensibilidad abdominal
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Vasos sanguíneos en la piel en forma de araña
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Acumulación de líquido en la cavidad abdominal (ascitis)
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Pérdida de apetito
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Ictericia (piel y ojos amarillos)
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Fiebre baja
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Fatiga
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Náuseas
Para diagnosticar la hepatitis por consumo de alcohol, se pueden realizar pruebas de función hepática, hemograma, pruebas de coagulación, electrolitos séricos, y exámenes de otras sustancias químicas del organismo. Además, se puede utilizar ultrasonido hepático y biopsia del hígado para obtener información más detallada.
El tratamiento de la hepatitis por consumo de alcohol implica la abstención del alcohol y, en algunos casos, un programa de tratamiento para el alcoholismo.
No hay medicamentos específicos para curar la hepatitis por consumo de alcohol, por lo que el tratamiento se centra en reducir los síntomas y detener el avance de la enfermedad. Dependiendo de la gravedad de la enfermedad, el paciente puede ser tratado de forma ambulatoria o puede ser necesario hospitalizarlo.
Hepatitis Tóxica
La hepatitis tóxica es un proceso inflamatorio y necrótico que afecta a las células del hígado, y puede ser provocado por una amplia variedad de toxinas, fármacos y productos químicos. El daño hepático inducido por estos elementos está en aumento, y puede manifestarse de diversas maneras, desde una simple elevación de las cifras de aminotransferasas hasta enfermedades más graves, como hepatitis aguda y necrosis hepática fulminante.
La etiopatogenia de la hepatitis tóxica es compleja y no se puede predecir. Hay muchos fármacos y productos químicos que pueden causar hepatitis, y estas reacciones son idiosincráticas, es decir, dependen del individuo y no están relacionadas con la dosis.
El hígado tiene una gran capacidad de reserva funcional, por lo que su funcionamiento no se altera cuando solo hay lesiones localizadas o focales. Sin embargo, cuando el daño es difuso, se producen perturbaciones fisiológicas que pueden dar lugar al síndrome de insuficiencia hepática.
Las lesiones hepáticas se clasifican según el mecanismo del daño, que puede ser directo o idiosincrático. Los fármacos y productos químicos que causan daño directo desencadenan reacciones reproducibles y dependen de la dosis.
Por otro lado, los hepatotóxicos causan daño difícilmente reproducible, afectando solo a la minoría de las personas expuestas, y pueden o no depender de la dosis. Suelen requerir varias semanas de exposición antes de que se manifiesten los síntomas clínicos, y su respuesta es una reacción de hipersensibilidad inmunológica que incluye hipertermia, linfoadenopatía, artritis o artralgias, rash y eosinofilia.
En cualquier caso, se reconoce una predisposición inmunológica individual en la que participa el complejo mayor de histocompatibilidad de los leucocitos HLA.
Cuando las células hepáticas se lesionan, se activan mecanismos de defensa que incluyen la acción enzimática de las glutatión -S- transferasas, peroxidasas, hidrolasas y glucuronil transferasas. La deficiencia genética de estas sustancias puede ser un factor determinante en la susceptibilidad especial al daño por medicamentos (ver Cuadro No. 1).